Carlos Gandía Barceló, fue ordenado diácono, el paso previo al sacerdocio, el pasado mes de junio. Y tras estos meses de “prácticas pastorales” en la parroquia de San Pedro Apóstol de Novelda dará el “sí” definitivo al sacerdocio el próximo sábado 3 de diciembre, en la Catedral de Orihuela. La ceremonia dará comienzo a las 11:00 horas y será presidida por el obispo diocesano monseñor José Ignacio Munilla, en la que será su primera ordenación sacerdotal desde que es el prelado de la Diócesis de Orihuela-Alicante.

Familiares, amigos y sacerdotes acudirán desde todos los puntos de la provincia para acompañar a este diácono en su paso definitivo hacia el presbiterio. Con 25 años, Carlos Gandía Barceló, natural de Villena, se decidió por el sacerdocio a la pronta edad de 12 años “ante la inquietud de responder a la llamada que un sacerdote y un seminarista me habían planteado en mi parroquia: ¿Tú has pensado alguna vez en ser cura?”.

Pasará a ser uno de los sacerdotes más jóvenes de esta Diócesis aportando su juventud y también “la esperanza de que Dios sigue llamando”. Recuerda con alegría sus años de formación tanto en el Seminario Menor como en el Mayor: “He sido feliz”, afirma, “pues estando en el Seminario uno descubre la importancia de vivir en comunidad, lo importante que es tener hermanos que te ayuden a caminar hacia adelante. Además, descubres que la Iglesia está poniendo todos los medios para que uno pueda descubrir su verdadero camino para ser felices” añade.

Su primera misa solemne será el domingo 4 de diciembre, a las 18:00 h, en el Santuario de Nuestra Señora de las Virtudes de Villena. Y el sábado 10 de diciembre, a las 19:30 h, presidirá una misa de acción de gracias en la parroquia San Pedro Apóstol de Novelda.

Espero que mi vida sea cercanía de Dios para todos aquellos que se encuentren conmigo, siendo para todos padre que escucha, acompaña y celebra. Entiendo que un sacerdote es esa presencia de Cristo resucitado que le habla al Padre de los hombres y a los hombres de Dios. En definitiva, creo que la vida de un sacerdote tiene que ser un grito al mundo del amor de Dios” concluye Carlos Gandía.

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